Acerca de mí

Mi nombre es María Teresa Valencia del Rincón, pero me gusta que me llamen Teresa o Tessa. Nací, de forma inesperada, un 7 de abril de… Vaya, ¿de verdad que han pasado ya estos años? Bueno, pues, hace ya unos años… en Malinas, una ciudad de la provincia de Amberes situada en la región de Flandes, en Bélgica. Sin embargo, no por nacer en este país asumí la nacionalidad del mismo, ya que – por aquel entonces – tu nacionalidad no dependía tanto del lugar donde habías nacido, sino de la nacionalidad que tenía tu padre. Y, como mi padre era español, automáticamente recibí la nacionalidad española.

Cuando digo que nací “de forma inesperada” es porque aquella tarde-noche, mis padres y mis tíos habían salido a cenar y al cine. Mi madre se había quejado de cierto malestar estomacal, pero todos pensaron que le había sentado mal la cena. Sin embargo, como no parecía mejorar, se fueron pronto a casa y se acostaron. Unas horas más tarde, los dolores habían aumentado de tal forma que se hizo evidente que la causa era bien distinta de la que habían pensado en un principio.

Nada más entrar en el hospital e informar que sospechaba estar de parto, las enfermeras se rieron de ella, especialmente porque apenas había ganado peso con el embarazo y aparentaba estar de muchos menos meses… Sin embargo, cuando le hicieron pasar y le revisó el médico, se apresuraron en prepararlo todo… Sí, yo estaba de camino.

Mi afición por la escritura, no es algo reciente. Desde muy pequeña, he sido una persona introvertida. Alguien a quien le gustaba el silencio de su habitación. Donde podía poner en marcha mi imaginación sin que nadie pudiera inmiscuirse. Entre mis aficiones estaba la lectura y dibujar. Parte de culpa la tiene mi hermana, pues desde que tengo recuerdo de ello, cuando me despertaba por las mañanas, me daba un libro para entretenerme y que no despertara a mis padres… La música me apasionaba, sobre todo bailar, y si tenía ocasión, no me daba vergüenza cantar. Aún recuerdo la agradable sensación al coger el micrófono en la mano y dejarte llevar por la melodía y la letra… Me encantaba inventarme la letra para las canciones que solo tenían música… Sin duda llevaba el arte en la sangre, por parte de mi padre y de mi madre.

Nunca tuve la oportunidad de escuchar cantar a mi madre, pues según dice, perdió la voz por dejar de practicar. Eso sí, le hacía contarme su historia una y otra vez, porque me apasionaba. Por el contrario, tuve la suerte de presenciar varias actuaciones de mi padre. Era bastante pequeña por entonces, sin embargo, tengo algunos recuerdos muy agradables de aquellas escenas. Recuerdo que sus canciones y su forma de cantar, te llegaban al corazón. Me sentía muy orgullosa de él. Desgraciadamente, mis padres abandonaron el camino del arte cuando él comenzó a trabajar en un organismo oficial. Supongo que pensaron que era mejor enfocarse en su vida como matrimonio y en educar a sus hijas.

Al principio, me inicié en el dibujo. Era algo que me fascinaba, y mi tío y padrino, que en paz descanse, Jaak Horckmans, incluso quiso ayudarme para que siguiera estos pasos. Fue un gran artista. Compositor, pianista, organista, ebanista y pintor.

A mí me gustaba mucho dibujar, pero me sentía atada. Tenía demasiadas ideas en la cabeza que era incapaz de expresar en lo que dibujaba. No me veía capaz de tener la paciencia suficiente como para aprender a dibujar y pintar como él. Yo tan solo hacía dibujos estilo Walt Disney y aunque él me decía que ese era el comienzo, que así había comenzado él, no me llenaba del todo. Ambos sabíamos que yo tenía muchas ideas en la cabeza y facilidad para el arte, pero aún no sabía qué vía emplear. Incluso intentó enseñarme a tocar el piano.

Teresa con sus compañeras de colegio, ¿puedes encontrar quién es?

Crecí aprendiendo tres idiomas al mismo tiempo. Iba a un colegio de monjas, solo de chicas. Destacaba por mi gran sentido de la responsabilidad y buenos modales. Recuerdo que apenas había extranjeras en clase. En aquellos años, no tener la nacionalidad belga era sinónimo de quedar apartada. Algunos podrán considerarlo un atisbo de racismo. Puede que sí. Pero, no todas mis compañeras se comportaron de este modo conmigo y terminé haciendo algunas amigas.  

Cuando apenas había aprendido a escribir bien, me inventé una historia de aventuras de unas gemelas. Fue mi primer libro. Lo escribí en neerlandés. Se lo leía a mis compañeras de clase en el recreo y les encantaba. Me pedían más y más. Empecé a ser aceptaba por las demás porque era capaz de atraer su atención. Y, de pasar prácticamente desapercibida, empecé a ganarme la confianza de muchas de ellas. Desconozco cómo empezó todo. Simplemente un buen día me inventé algo y lo fui escribiendo. Siempre he tenido mucha imaginación. Y sigo teniéndola. Espero que Dios me la conserve. Escribía cartas de amor a personajes imaginarios, relataba historias que inventaba con tan solo una palabra pronunciada, inventaba juegos, y me gustaba escribir de diferentes formas, tomando diferentes personalidades, e incluso cambiando la grafología. Era capaz de escribir con la mano izquierda y con la derecha. Después, con el paso del tiempo y la total falta de práctica, era incapaz de escribir con la izquierda. Bueno, quizás con mucha paciencia podría hacerlo otra vez. No lo sé.   

Podía ver en las cosas mundanas, aventuras diferentes y para mi, cada noche y cada día, era un nuevo capítulo. De un simple lloviznar, podía expresar una tormenta llena de furia. De un momento de enfado, escribía una riña de enamorados o de un momento feliz, relataba una bonita historia de amor. Son sentimientos que están ahí y que plasmo en al papel, para transmitirlos a vosotros. 

Creo que es muy importante ser romántica. Un escritor sin corazón, no puede expresar, no tiene nada que contar. Y esto sirve tanto para los poetas como para los escritores de prosa. Narradores que siempre, en alguna parte, tienen que poner algo de su corazón. 

Acudimos a varias exposiciones de los cuadros de mi tío. Se codeaba con personalidades importantes y se hizo muy conocido. Mi tía le acompañaba, siempre.  

 En esta fotografía ella misma me explicaba la relación de cuadros   que había incluido en una de sus exposiciones a la que habíamos   ido. La recuerdo bien porque fue poco tiempo antes de mudarnos definitivamente a España. Yo estaba triste porque nos alejábamos de ellos. 

 Antes de marcharnos, ya había empezado a escribir en español y se lo leía a mi madre. Desgraciadamente, con las mudanzas, y porque nunca le di demasiada importancia a los folios que acumulaba, no guardé nada de lo que había escrito. Es una pena, porque hoy en día me hubiese encantado poder echar un vistazo a mis comienzos.  

 Un día recordé unos folios que había escrito y que me habían gustado especialmente. Los estuve buscando hasta que me di cuenta de que los había tirado. En un principio me sentí frustrada. Después, me pareció que debía reescribirlo y además, publicarlo. Estaba segura de que se publicaría. Así que, por primera vez en toda mi vida, mi afición por la escritura no iba a ser sólo para mis más allegados. Un amigo me dijo que debía terminar varios libros antes de dar el gran paso. Y así lo hice. Cuando envié el libro para intentar que lo publicaran, en mi interior, sentía que se haría realidad. Sé que la fe mueve montañas y así fue. Un sueño hecho realidad. Y llegó mi primer libro publicado: “Washja”.  

Conseguir que podáis leer lo que escribo, me produce una gran satisfacción. Sobre todo porque comparto el sentimiento que siento escribiéndolo. Creo que es lo más maravilloso para un escritor. Escribir y que otros lo puedan leer. Que puedan soñar con ser el personaje de lo que leen. Disfrutar la historia como yo la disfruto cuando escribo. 

Es como cuando vamos al cine y vemos una película. ¿Quién no se ha sentido alguna vez el protagonista o la protagonista de lo que está viendo? ¿Acaso no nos olvidamos de los problemas cotidianos y nos metemos en el papel? Con la lectura es igual. 

Así fue cómo empecé a escribir y el camino que seguí hasta publicar mi primer libro. 

Desde que nos mudamos a España, hemos estado viviendo en Fuengirola, una ciudad situada en plena Costa del Sol, en la provincia de Málaga, y de la que me siento oriunda por todos los años que he residido en ella.

Mi esposo y yo nos mudamos al interior, sin marcharnos de la misma provincia, y ahora hemos establecido nuestro hogar en uno de los pueblos blancos del interior, en el Valle del Guadalhorce donde vivimos felizmente junto a nuestros dos perros, un golden retriever y un podenco.

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